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Habían pasado varios meses y, si bien el rancho en sí estaba tal cual lo había dejado, el interior
del muchacho estaba tan cambiado que parecía verlo todo de un modo diferente.
Respiró profundamente el olor a pinos, al que en otro tiempo no había prestado atención.
Mr Doyle se alegró enormemente al verlo de nuevo, después de todo lo sentía casi como al hijo
que siempre había querido tener. Fue a través de él que en el pueblo se enteraron de su aventura.
Mary Fischer también tuvo acceso a la historia. Nunca había olvidado esa extraña y cautivante
mirada del vaquero aquella mañana.
La historia del muchacho que llegó a tocar su riqueza, y que prefirió obsequiarla a una familia
por temor a fallarle a su perro, era tema de conversación en todas partes, incluyendo el banco
por supuesto, donde los ganaderos acudían a depositar los dineros de las ventas de sus reses.
A decir verdad no todos lo valoraban como un acto de nobleza, muchos lo consideraban una
real tontería, excepto, obviamente, la señorita Mary Fischer.
Cuando el destino está en caminos alternativos
El trabajo con Jack en el campo era más eficiente que nunca.
La velocidad y energía con que el perro controlaba el ganado era causa de admiración de todo
aquel que lo observaba.
Fue así que James McBen, un ganadero propietario de uno de los ranchos más grandes de la
zona, llegó a preguntar a Jeff cuál era el secreto para que su perro estuviera tan bien.
De estas conversaciones surgió un negocio inesperado: Jeff comenzó a elaborar y vender al
rancho McBen el alimento para los perros de trabajo.
El dato no demoró en llegar a oídos de otros ganaderos, y en poco tiempo Jeff había rentado un
cobertizo en el pueblo donde preparaba su fórmula, la cual era empleada por ganaderos de todo
el condado.
Fue así que debió hacerse cliente del banco para depositar el dinero que fluía como el agua del
río donde había estado unos meses buscando oro.
Una mañana al ingresar en el establecimiento, Jack, como siempre, permaneció en la puerta.
Mary Fischer llegando a visitar a su padre se encontró con él y, con una sonrisa, deslizó sus
delicados dedos por el pelo del animal, hundiéndolos en ellos suavemente como la caricia de una
brisa de verano.
- Es muy bonito su perro Sr Dreamer – dijo algo sonrojada sin dejar de mirar y tocar a Jack
- Cómo sabe usted mi nombre señorita Fischer? – preguntó Jeff acercándose a ella con el
sombrero en sus manos al que arrugaba con algo de timidez
Sintiéndose descubierta, las mejillas de la joven se colorearon, y titubeando un poco respondió
- es que todos hemos oído a cerca de su historia - y agregó - también me he enterado que en el
campo jamás disparó a matar a un coyote
Mary sabía de Jeff mucho más de lo que el muchacho
imaginaba, y él de ella también.
Se frecuentaron asiduamente, cualquier excusa era buena para
encontrarse.
Por ese tiempo el ferrocarril transnacional pasó por West
Paradise, lo cual dio nueva vida al pueblo, pero por sobre
todo dio un impulso nuevo a la industria Jefferson Dreamer
Co., cuyo alimento canino Wolves Legacy (Legado de Lobos)
empezó a consumirse en decenas de condados, ya no solo

